Cuando salta alguna noticia en los medios de comunicación sobre algún caso de acoso escolar, los docentes como parte implicada dentro del engranaje educativo, nos sentimos responsables porque sabemos que la violencia (en todos los niveles) convive entre nosotros. Cualquier insulto, desprecio o empujón hay que prestarle atención, aunque pensemos que ‘son cosas de niños’o ‘ya son mayores y pueden solucionarlo ellos’. Pero, siendo un tema tan delicado y que cada alumno lo gestiona de diferentes maneras, debemos estar pendientes, aunque sea en la lejanía… Observando antes de actuar. Aunque la mejor solución es la prevención, no siempre es fácil.
Desgraciadamente, no siempre somos conocedores de este tipo de situaciones, dolorosas para muchos de nuestros alumnos, y que, aunque lo hayan intentado, no saben cómo salir de ella. No saben pedir ayuda...
Según estudios sobre acoso escolar, el profesorado da la noticia a las familias en uno de cada diez casos de acoso. Seguramente porque el alumno acosado mantenga ‘la ley de silencio’ por miedo a peores represalias por contar lo que le está pasando. O porque tenga más confianza con sus padres o… Podríamos tener tantas razones como alumnos, pero no nos podemos olvidar que son nuestra responsabilidad y somos su guía.
En este mismo estudio, llama la atención que un gran porcentaje de los padres no le dan importancia al acoso escolar porque piensan que siempre ha habido y que es parte del crecimiento personal. En muchos de los casos, cuando se disponen a actuar, es tarde para una fácil solución.
Señales como que ya no sonrían, no quieran ir al colegio, pongan excusas como estar enfermo, se escondan por ser diferentes, descienda su rendimiento académico o demuestren cambios de comportamiento, pueden marcar que están sufriendo algún tipo de acoso. No quieren ser insultados, marginados o agredidos y, sin olvidarnos de que son niños, no saben cómo gestionarlo, pueden dar una mala contestación, unas risas fuera de lugar, muestras de poca sensibilidad ante un acontecimiento triste…
Por supuesto, es necesaria una labor conjunta entre las familias y el centro educativo para una convivencia sana, propiciando un ambiente tranquilo entre compañeros. Tanto el ambiente del colegio como el de la familia deben ser generadores de comportamientos sociales y crear un clima sano para estos.
La falta de respeto, la humillación, la intimidación o la carencia de valores pueden provocar un clima de violencia y son características esenciales del agresor.
Por esta razón, hay que valorar la posibilidad de trabajar en el aula el acoso escolar a través de cinco cuentos que les haga empatizar, respetar y valorar a cada uno de sus compañeros. Darles la valentía necesaria para afrontar este tipo de situaciones y no guardar silencio ni emplear la fuerza como solución al problema. A través de las vivencias de los personajes de estos cuentos pueden llegar a ser conscientes de lo que realmente ocurre a su alrededor y así poder encontrar una posible solución.
Comments