El detrás de escena de las obras del Museo de Arte Americano, un "contenedor de sueños"
Diseñado por Carlos Ott, ubicado en el predio de la Fundación Atchugarry, el museo empieza a insinuar sus curvas; no será un proyecto más para el destino ni para los artistas uruguayos, y mucho menos para la familia a cargo de su construcción
Pablo Atchugarry dice que el Museo de Arte Contemporáneo Americano que empezó a soñar hace tres años es como el arca de Noé, y no hace falta explicar por qué. La asociación enseguida resulta acertada e inevitable. El proyecto en obras está en esa etapa en la que empieza a insinuar sus dimensiones. Enclavado sobre una altura en un campo verde, orientado hacia una capilla y un horizonte ligeramente ondulado de bosques dispersos y lagos, las siluetas del museo de 110 metros de largo y 16 de alto, aunque incompletas, ya parecen capaces de retener hasta los ojos más distraídos con su mezcla exorbitante de puntas, curvas y madera. Lo que allí se viene no es un proyecto más. Para Atchugarry, el museo que se inaugurará dentro de exactamente un año (en enero del 2022) en el predio de su fundación será principalmente un "contenedor de sueños" para los artistas del continente.
El escultor y director de la Fundación Atchugarry no recuerda con precisión cuándo se le ocurrió la idea de hacer un museo. Lo que tiene claro es que ese sueño vago de muchos años empezó a convertirse en una posibilidad real en 2018, cuando se encontró y charló con el artista y escultor uruguayo (de 88 años) Wilfredo Díaz Valdez. Atchugarry le dijo que se encargaría de gestar un museo donde podría exhibir sus obras y las de todos los artistas uruguayos "al máximo nivel". Soltó esas palabras y, como si hubiera firmado un acuerdo, supo que no habría marcha atrás.
Para estar a la altura de ese compromiso, Atchugarry imaginó un museo que fuera una obra de arte en sí misma. Que cautivara desde su exterior para no desentonar con el arte albergado en su interior. Todo eso podía ser logrado por la "varita mágica" del arquitecto uruguayo Carlos Ott, pensó.
El Museo de Arte Contemporáneo Americano tampoco es un proyecto más para la tercera generación de la empresa familiar Atchugarry, a cargo de su construcción. Cuando falleció Alejandro Atchugarry -que fundó la empresa junto con su padre-, los jóvenes que quedaron al frente decidieron cambiar el nombre por el del apellido familiar como forma de homenaje. La nueva directiva no imaginaba que uno de sus primeros proyectos bajo la renovada identidad sería también el más ambicioso y desafiante para la empresa. "Tenemos una gran mochila para llevar pero con mucho orgullo. Es otro granito de arena más para que la familia aporte en lo que es cultura, arte y arquitectura. El objetivo ahora es trabajar 100% para eso y cuidar el apellido", cuenta desde la cafetería de la fundación Mariana Atchugarry (33), encargada del área comercial y de marketing de la empresa. Está acompañada por una parte de su "burbuja": su hermano Gastón (38), director de la empresa, su primo Federico (33) -ingeniero, a cargo del proyecto-, su otro primo Piero (34), artista encargado de la organización y las colecciones del museo, y su tío Pablo, el ideólogo que los embarcó en este desafío.
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