"Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo"
Esta frase muestra las diferencias entre las distintas formas de enseñar a niños y niñas y el resultado que se obtiene con cada una de ellas. Imagina que se propone al alumnado de un aula que busque una curación para una enfermedad contagiosa desconocida. Los niños y niñas se reunirán en grupos y cada grupo será un especialista de una parte del cuerpo humano. Deberán investigar los síntomas del paciente y buscar soluciones. Cada grupo, además, deberá elaborar un mural o un vídeo resumen de su investigación. Esto es involucrar a los alumnos y alumnas en su aprendizaje.
En la educación es fundamental involucrar al alumnado para promover un aprendizaje significativo y duradero. Cuando el docente, simplemente, da información o les enseña conceptos, la educación es unidireccional y no se genera un compromiso en los estudiantes con su propio aprendizaje. Por lo tanto, es esencial comprender la diferencia entre decir, enseñar e involucrar.
Involucrar a los alumnos y alumnas en su propio aprendizaje requiere voluntad, entusiasmo y creatividad. No se trata de que estudien un tema por su cuenta, sino de que vivan una experiencia que no olviden. Para que los niños y niñas aprendan y mantengan el conocimiento adquirido a lo largo del tiempo se pueden tomar medidas como las siguientes:
Establecer un ambiente inclusivo y colaborativo
La creación de un ambiente inclusivo y colaborativo implica fomentar la participación activa de todos, por ejemplo, con preguntas que haga el profesor o que hagan los alumnos y alumnas.
También es importante respetar y valorar las opiniones de los demás, y promover la colaboración entre los estudiantes mediante el uso de herramientas como dinámicas de grupo, debates y proyectos conjuntos. De esta forma los alumnos y alumnas se sentirán parte integral del proceso educativo.
Relacionar el contenido con la vida real
Es importante conectar el contenido que se explica en el aula con la vida real de los alumnos y alumnas para que lo entiendan y vean que tiene una aplicación práctica y no es un mero concepto abstracto. Al mostrarles la relevancia y aplicabilidad de lo que están aprendiendo en su día a día, se generan un mayor interés y motivación. Esto puede lograrse mediante ejemplos prácticos, estudios de casos concretos y actividades que vinculen los conceptos abstractos con situaciones reales.
Por ejemplo, se puede explicar a los niños y niñas en clase la importancia del 7º objetivo de desarrollo sostenible (garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna) y proponer una actividad que consista en aportar ideas y propuestas para mejorar la eficiencia energética de la escuela. Con esta actividad los niños y niñas se conciencian sobre la importancia de cuidar el planeta y utilizar energías sostenibles y aplican lo que aprendan a una situación de la vida real.