Desde el momento en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara el estado de pandemia porCOVID-19, se establecieron una serie de medidas preventivas a nivel mundial. Una de ellas es el distanciamiento físico, que se caracteriza por mantener una separación de al menos un metro y medio entre personas. De igual manera, se recomienda permanecer en el hogar y evitar el contacto físico innecesario. En consecuencia, los centros de aglomeración social como bares, restaurantes, teatros y cines, entre otros, deberían mantenerse cerrados. Por lo tanto, los multifactoriales estresores sociales que impactan neuropsicológicamente en la población mundial, subyacen desde el temor, desesperante e incertidumbre crisis social. ¿Cómo nos ha afectado el distanciamiento físico en este tiempo? Lo revisamos a continuación.
DISTANCIAMIENTO FÍSICO Y BIENESTAR
La pandemia por COVID-19 ha provocado un nuevo proceso de desarrollo evolutivo en el ciclo vital humano. Este corresponde a una adaptación especial en nuestra forma de interactuar y relacionarnos socialmente. Todo lo que implica la presencia de una enfermedad da paso a una nueva reorganización de nuestra vida cotidiana.
De igual manera, produce efectos significativos en la limitación del contacto físico con el entorno social. Es, precisamente, este acontecimiento el que ha repercutido en una de nuestras habilidades comunicativas más primitivas. La socialización es restringida a tal modo de inhibir la interacción física como factor de protección para la salud y evitar la propagación del virus. Sin embargo, esto ha presentado efectos nocivos en el bienestar psicológico, emocional y cerebral.
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