En la actualidad están muy de moda las frases ultra positivas en cualquier contexto y situación, así como los mensajes y los libros enfocados en el hecho de que los pensamientos positivos hacen triunfar a las personas y vivir de una forma mucho más feliz que al resto de los mortales. Esta idea tiene mucho de cierto, pero es fundamental, si lo que pretendemos es educar a los niños en el optimismo, que nos alejemos de ese concepto tan poco verdadero que es el de que será mucho más feliz, solo porque sí, aquél que logre ver la vida a través de los ojos de un unicornio.
Sin embargo, aunque es muy importante vivir con los pies en la tierra, sí que es bueno que los niños se desarrollen y crezcan en el optimismo y en la positividad, y que puedan trabajar en ello con distintas herramientas y con el fin de que dicha forma de pensar no les desaparezca con el tiempo, cuando los problemas cada vez vayan siendo más frecuentes y cargados de seriedad con el paso del tiempo.
En este sentido, la filósofa y escritora Elsa Punset (hija del reputado científico Eduardo Punset), elaboró y publicó su libro llamado “El libro de las pequeñas revoluciones”, centrado en la importancia que tiene educar a los niños “en positivo”. El libro nos va informando sobre una anomalía existente en el cerebro humano, que nos lleva a recordar con más frecuencia y durante mucho mayor tiempo, aquellas cosas que nos han puesto tristes, nos han salido mal, o nos han conducido a estados depresivos o de decepción. Son cosas que forman parte de la vida y no se trata de negarlas o de hacer como que no han ocurrido, porque de ellas también se aprende y mucho; se trata, en realidad, de adiestrar a nuestro cerebro para que también dé relevancia a las cosas buenas que nos ocurran, esas que nuestro cerebro tiende a olvidar con mayor facilidad.
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