En ocasiones enseñamos con pocas muestras de afecto, sin ser conscientes de todos los beneficios que aporta el amor a la hora de educar.
Dicen que el abrazo es el único traje que se amolda a todos los cuerpos, el mejor compañero de los triunfos y los fracasos. En ocasiones enseñamos con pocas muestras de cariño, sin ser conscientes de todos los beneficios que aporta el amor a la hora de educar. Buscamos metodologías innovadoras que nos acerquen a un mejor rendimiento académico olvidando cuidar la emoción, el apego y las muestras de amor.
Nos obsesionamos con que aprendan muchos contenidos o sepan diferentes idiomas y, sin subestimar este aspecto, olvidamos realmente aquello que les va a hacer crecer felices. Hemos llenado nuestros hogares de tecnología capaz de conectarnos e interactuar con personas de cualquier punto del mundo, pero que nos aleja de las que tenemos más cerca. Ojalá fuésemos capaces de poner de moda la pedagogía del abrazo. La más sencilla de todas, basada en la comprensión, la afectividad y el cariño por doquier.
Un niño con un desarrollo afectivo y emocional adecuado será una persona adulta más segura, empática y feliz. Tendrá una mayor capacidad de autocontrol y tolerancia a la frustración.
Existen tantos tipos de abrazos como personas, como circunstancias, como necesidades.
Y tienen un poder casi medicinal: inyectan energía, rescatan esperanzas y se convierten en grandes aliados ante el error. Facilitan la comunicación afectiva, el sentimiento de pertenencia y la comprensión. Nos ayudan a fortalecer vínculos, a regalar consuelo, a educar desde el respeto y la comprensión.
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